Desde 1973, esta forma de comportarse tiene un nombre: síndrome de Estocolmo. En esa oportunidad, un ladrón de bancos fue tomado "in fraganti" por las autoridades de la capital sueca, y se generó una situación de rehenes. El delincuente (Jan Erik Janne Olsson) logró que un compinche (Clark Olofsson) entrase en la escena pues de lo contrario mataría a quienes allí se encontraban. Este atrincheramiento se prolongó durante seis días. En ese lapso, una de las víctimas desarrolló una relación afectiva con el segundo de los ladrones, al punto que lo protegió cuando la policía lanzó gas lacrimógeno dentro de la agencia. Nadie salió herido.
La fundación País Libre, creada en Colombia para el estudio del secuestro (un delito endémico en ese territorio), define al síndrome de Estocolmo como “el conjunto de conductas por parte de las víctimas de secuestro en las cuales está presente un afecto manifiesto hacia los captores”.
De acuerdo con esta organización, se presenta una “identificación inconsciente por parte de la víctima con su agresor, ya sea asumiendo la responsabilidad del plagio, ya sea imitando moral o físicamente al agresor, o adoptando ciertos símbolos de poder que lo caracterizan”.
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