martes, 25 de mayo de 2010

100 posts!!!

Hola a todos los que fielmente me seguís o a todos aquellos que simplemente de vez en cuando hacéis un visita furtiva sin dejar huella... (que son la mayoría). Hace tiempo empecé este blog con una idea, que queda reflejada en "pienso, luego google". Siempre he tenido curiosidad por las cosas que no conozco y he aprendido a no quedarme con la duda cuando surge una expresión, un refrán o algo que no entiendo el porqué. Partiendo de esta idea creé este blog, sin muchas aspiraciones ni mucho trabajo ya que ha habido épocas en las que lo he dejado un poco de lado y otras en las que me puse las pilas.

Según me chiva el propio blog este es mi post número 100 desde el 26/09/2008 que empecé esta actividad he pasado por muchas curiosidades y espero que alguna de ellas os haya sacado una sonrisa o simplemente un "ostras y eso??" con eso me conformo.




Todo blogger vive de los comentarios que recibe así que espero que todos aquellos que normalmente os vais sin decir nada en este post dejéis un simple "hola".

miércoles, 5 de mayo de 2010

Tributo a un genio

Hoy vuelvo a escribir para dedicar una entrada a lo que para mí es uno de los genios o grandes genios de la música... cada uno que lo coloque en el nivel que considere pero todo el mundo tiene que admitir que tiene un sitio muy especial... No creo que haga falta ni decir su nombre espero que todos sepáis quién es...

"A los catorce (parece que fue ayer), el rey Melchor se lo hizo conmigo y me trajo, por fin, una guitarra. Aquel adolescente ensimismado que era yo, con granos y complejos, en lugar de de empollar física y química, mataba las horas rimando, en un cuaderno a rayas, versos llenos de odio contra el mundo y los espejos. El mundo, lejos de sentirse aludido, seguía girando (que es lo suyo), desdeñoso, sin importarle un carajo mi existencia. Y los espejos, cabrones, en vez de consolarme con mentiras, más o menos piadosas, me sostenían cruelmente la mirada.

Vivía en un sitio llamado Úbeda. Algunas noches, mientras mis padres dormían, me daban las diez y las once y las doce y la una practicando con sordina, en mi flamante guitarra, los acordes de "blanca y radiante va la novia", o iniciándome en el furtivo y noble arte de la masturbación, o suspirando por mi vecina, una rubia de bote que suspiraba por un idiota moreno que tenía una bici de carreras y jugaba al baloncesto. Sólo se me ocurrían tres maneras de atraer su atención: triunfar en el toreo, atracar un banco o suicidarme. Lo malo es que las tres exigían una sobredosis de valor que yo (¡ay de mí!) no poesía. Yo poesía mi cuaderno rayas cada vez más lleno de ripios contra el mundo, mi guitarra, cada día más desafinada... Y un plano del paraíso, que resultó ser falso. Y la vida, previsible y anodina, como una tarde de lluvia en blanco y negro. Pero en la pantalla del Ideal Cinema, cuando no daban una de romanos, el viento golfo de Manhattan le subía la falda a Marilyn y era domingo, y no había clase, y los niños de provincias soñábamos despiertos y en technicolor con pájaros que volaban y se comían el mundo. Y el mundo que quería comerse los pájaros que anidaban en mi cabeza... pongamos que se llamaba Madrid.

Así que un día me subí, sin billete de vuelta, al vagón de tercera de uno de aquellos sucios trenes que iban hacia el Norte, me apeé en la estación de Atocha y aprendí que las malas compañias no son tan malas y que se puede crecer al revés de los adultos; y supe, al fin, a qué saben los aplausos y los besos y el alcohol y la resaca y el humo y la ceniza, y lo que queda después de los aplausos, y los besos y el alcohol y la resaca y el humo y la ceniza. Tal vez por eso mis canciones quieren ser un mapamundi del deseo, un inventario de la duda, siete crisantemos con espinas. Y, cuando las cartas vienen malas y amenaza tormenta y los dioses se ponen intratables y los hoteles no son dulces y todas las calles se llaman Melancolía, todavía fantaseo con debutar sin picadores o con desvalijar sucursales de Banesto o con probar mi suerte a la ruleta rusa, pero ahora, en lugar de tirarme en las Ventas de espontáneo, o de escribirle una carta póstuma al juez Garzón, o de ahorrar para una Smith & Wesson del especial, escribo en technicolor la canción de las noches perdidas, para vengarme de tantas tardes de lluvia en blanco y negro, de tantos hombres de traje gris, de tantas rubias de bote que se van con idiotas morenos que juegan al baloncesto, de tantas bocas adorables que nunca fueron mías, que nunca serán mías.
Aquellos granos trajeron estas cicatrices y aquellos mihuras que nunca toreé me cosieron a cornadas el alma.
Pero no me quejo; tengo amigos y memoria y risas y trenes y bares y una mala salud de hierro y un puñado de canciones recién salidas del horno que me tienen (dejadme que os lo cuente) orgulloso como un padre primerizo que babea. Y, de cuando en cuando, una rubia de bote me tira un beso, desde el público, aprovechando un despiste de su novio; ese idiota moreno que juega al baloncesto.
¿Que a qué viene todo esto? Pues a que anochece y está lloviendo y los periódicos hablan de elecciones
y yo no sabía cómo hablaros de esta boca que es, desde ahora y para siempre, más vuestra ya que mía."